Perseguido

El sol en el cenit no deja ver el reflejo oscuro que proyecto, que no sabe olvidarme. No existe otra manera seguir respirando cuando el calor agobia las inspiraciones tanto respiratorias como mentales. Nuestras huellas se tocan y jamás se despegan. Ella en el asfalto tampoco puede respirar y sabe representar las formas según las horas. Escondiéndose de la luz, mi sombra se proyecta sobre la calle que deja ver algunos adoquines como heridas de la historia de la ciudad. En la tarde el sudor se hace presente y la siesta deja vacías las calles.
Sus palabras entraron en el sosiego de mis pensamientos gracias a su manera de decirlas – Me están persiguiendo
- ¿Quién?
- Un hombre, alguien, no se.
- ¿No lo viste?
- Tengo miedo, no se si lo vi. Inmediatamente empecé a correr – yo la escuchaba como si todo pasara tan rápido y lento a la vez, que parecía disfrutar que sus palabras se dirigieran a mi. Sus pelos hablaban de haber corrido como relataba su boca y sus ojos representaban al pavor en persona. Se movían de lado a lado, chorreaban lágrimas y después de recorrer toda la calle buscaban refugio en los míos. Las letras se dicen y forman palabras, frases, decían que salió de su casa para ir a la de su novio. A esas horas cualquier movimiento se hace eco entre las veredas. Escuchó que alguien más caminaba en la calle hasta que lo sintió tan cerca que empezó a correr por miedo a que fuera un robo; no sabía si más.- Te hablé porque fuiste la única persona que encontré en la calle y no sabía qué hacer-. La ingenuidad del sonido de su historia me hacía creer que todo era posible.
- ¿por donde te perseguía?
- Creo que cuando doblé la esquina fue para otro lado, ¿me acompañarías hasta la casa de mi novio? es acá, a unos metros.
- Bueno. – Dije inocentemente sin comprender mucho porqué tan fácilmente buscaba ayuda de un desconocido. Pero además me quedaba en el camino.
El sol castiga con su ardor en la piel y la húmeda ciudad no ayudaba. Éramos los únicos en la vereda que se dejaban acariciar brutalmente por la tarde. Nuestras sombras empezaban a proyectarse casi metro y medio de nuestros pies. La luz que reflejan los objetos nos muestra los colores y donde no llega a presentarse reina la desidia de los ojos mal acostumbrados a la iluminación. - Aquí es, muchas gracias – Nos saludamos con la mano en alto a la altura del hombro. Sus ojos seguían perdidos, escondidos; miraban hacia dentro. Tal vez yo no existía. Quién sabe lo que los ojos ajenos pueden llegar a ver.
Torpemente, al darme vuelta, encandilado mire hacia abajo y casi me tropiezo, pero seguí mi camino normalmente. El silencio es buena escucha para los que degustan de alguna soledad acompañada con pensamientos. Aunque los sonidos retumben y molesten la concentración, pero cuando camino me dejo llevar. Recordaba sus palabras. Sus ojos, su pelo enrulado. Y las pisadas se alzaron a la resonancia de las casas hasta que se hicieron dobles. Cercanas, ruidosas, suaves y fuertes, respiraban agitado. Un frío como una serpiente midiendo a su presa me subió por la espalda.
Corrí como pude. No se si a alguno de mis pies se le olvidó una ojota en una esquina. Doblé. Había alguien más que no era mi sombra. Doblé otra esquina. – ¿Qué hora es? – Las sombras tenían largas piernas para correr. – No se - Me contestó su voz afinada en re. – No lo ví, pero creo que alguien me persigue – Dije agitado. La cara de la mujer no sabía qué hacer. Ella no parecía tener piernas atléticas

Visiones

Te escucho dar vuelta el reloj
para tomarte tu tiempo
y comer otro corazón

Purgo mis sentimientos
para saber si lo que creo
tiene algo de cierto

Habitás en el pensamiento
que te olvida y destruye
cuando se acuerda de tu nombre

En cada verso
en cada estrofa
en cada nota sostenida
no pidas que te escriba
si no querés escuchar

Imagino la revancha
y en vano me regocijo
si no estás, es mucho lo que pido

Escribo para gritar
porque se que va a durar
todo lo que yo diga

En cada verso
en cada estrofa
y no me pidas que te escuche
si no querés volar

No me pidas que te escuche
si no querés volar